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Ana María Porras: una atleta con dos récords nacionales y un espíritu perseverante

Actualizado: 30 may 2022

Por Jennifer Aranda / biografiadeportivacr@gmail.com


A los 13 años de edad, en el centro de Santa Ana, la atleta Ana María Porras encontraría la pasión que años después la llevaría a alcanzar dos récords nacionales vigentes al 2021.


Aunque su mala costumbre de olvidar el pasado no le permite rememorar los inicios de su carrera deportiva, cuenta lo que sus padres sí recuerdan: la adolescencia inquieta y soñadora de Ana. Su insistencia por convertirse en corredora y llegar a las Olimpiadas fue tal que quienes la vieron nacer, también la acompañaron hacia donde la pequeña Ana soñaba.


En el barrio, en una de las cuadras cercanas a su casa, empezó sus entrenamientos con el equipo de atletismo de Santa Ana. Pero para el 2005, Ana ya era parte de la selección de Belén. Sus múltiples participaciones fueron sobresalientes y, a pesar de que no llegó a las Olimpiadas, hizo un gran trabajo en el Ciclo Olímpico hasta los Juegos Deportivos Centroamericanos y del Caribe en Panamá 2010.

En sus inicios, Porras se desempeñó en la categoría de hexatlón, y luego siguió con salto alto, vallas, salto largo y heptatlón. Sin embargo, la que más disfrutaba era el salto largo, en la cual logró un récord de 5,86 m en el Campeonato Centroamericano del 2013 en Managua, Nicaragua. Y, más tarde, en el 2018, con 4954 puntos, sobresalió en heptatlón en el Campeonato Centroamericano en Ciudad de Guatemala.


Su constancia y trabajo duro como deportista de alto rendimiento, la hicieron feliz hasta el 2019, cuando decidió renunciar al atletismo y al deporte en general. Se llevó consigo todos los buenos hábitos que un atleta adquiere; así logró siempre un rendimiento académico sobresaliente y se convirtió en primer promedio en su generación universitaria.


"Yo sentía que ya no rendía como antes", expresó Porras, quien además añadió que para ese entonces se encontraba cursando su último año en la carrera de Odontología en la Universidad de Costa Rica y sus prioridades cambiaron. La inversión de tiempo en esta otra parte de su vida era tan alta que ya no podía cumplir como atleta de alto rendimiento.


Durante un año, estuvo tomando una de las decisiones más importantes de su vida. Siempre había sido para sus vecinos "Ana la que corre". Su cotidianeidad se resumía en la cualidad más sobresaliente de su adolescencia. "Ana era atletismo", explica, enfática, la atleta.

Su renuncia no hizo que dejara de amar la pista. Cada vez que ve una competencia, vuelven a ella las ganas de correr veloz como antes y quizás saltar alto (otra de sus categorías favoritas). Por eso, a pesar de haberse retirado, piensa en la posibilidad de volver este año y retirarse para siempre.


Afortunadamente, siempre contó con el apoyo de sus padres, quienes desempeñaron un papel importantísimo al encargarse de toda la parte económica, pero también le demostraron siempre respeto por sus decisiones. Al punto de no ofuscarla, ni recriminarle el abandonar el que fue en algún momento su sueño.


En cambio, los recursos de la federación y el gobierno eran escasos. Muchas veces sus padres eran quienes pagaban su pasaje y el del entrenador para poder competir internacionalmente. Por ejemplo, en heptatlón, hubiera sido imposible quedarse a esperar todo el calzado especial que Ana y los demás atletas necesitaban para esta categoría.


"Para mí, el gobierno debería invertir muchísimo más en el deporte, porque le da a la gente disciplina, aleja a otros de los vicios, brinda un estilo de vida saludable, genera mejores empleados...", expresa convencida la sobresaliente atleta.


A pesar de las dificultades que afrontan muchos jóvenes deportistas en Costa Rica, son ciertos los beneficios señalados por Ana, entre ellos los amigos, los viajes, la salud y la satisfacción de romper los límites autoimpuestos por cada persona.


Pero el atletismo fue más allá de la pista y las competencias, también representó en 2017 un escape y un espacio donde se reconfortó luego del fallecimiento de Héctor, uno de sus hermanos. Luego, su duelo fue parte de la motivación con la que Ana competía.


Ana en compañía de su hermano Héctor, fallecido en 2017 y recordado con amor.

Hoy, Ana se autodenomina "ciclista de pandemia", ya no corre como antes lo hacía, pero reconoce en aquella, que fue más que una actividad física en su vida, una terapia necesaria.


A la llegada próxima de sus 30 años, Ana vislumbra casarse con su novio Dennis y especializarse en su carrera de odontología. Espera formar su propia familia y continuar forjando la clínica dental que su mamá con tanto empeño ha construido.


"El atletismo es arte. Las técnicas y posiciones que implica son una manifestación artística. ¡Y, para mí, correr también es libertad!"
Ana María Porras, 2021

Otros datos de "Ana la que corre":


- Su figura de inspiración fue y es la británica Jessica Enni-Hills, campeona mundial de heptatlón en el 2009. Porras rescata su técnica en vallas, su explosividad y gran velocidad a pesar de su baja estatura, en comparación con las corredoras más sobresalientes.


- Uno de sus mayores miedos es perderse a sí misma, olvidar su propia esencia.


- De su madre heredó el espíritu esforzado y de su padre la altura: ambas cualidades esenciales para sobresalir en su carrera deportiva.


- Esforzada, cariñosa, orgullosa, terca, valiente y colaboradora.



Ana en compañía de su futuro esposo Dennis, de su papá Héctor y sus hermanos Juan, Héctor y Pablo.

En la tercera fotografía, Ana sonríe como siempre con su mamá y mentora María Isabel.

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