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Humberto Aranda: el pugilista que marcó la historia del boxeo costarricense

Actualizado: 30 may 2022

Por Jennifer Aranda / biografiadeportivacr@gmail.com


Nacido en los barrios "difíciles" de San José, heredero de la sangre caliente de don Benedicto y del carácter inquebrantable de doña Margarita. Dado a luz el lunes 14 de marzo de 1966 a las 9:30 am.


El primogénito de la familia Aranda Sánchez no creyó en el destino impuesto de la desgracia, sino que se forjó el propio con trabajo e insistencia.



Aranda en su graduación de sexto grado (hoy su semblante es imitado por su primer hijo varón: Ryan, como el soldado)


A los 8 años el vecino de Cinco Esquinas de Tibás veía a Muhammed Alí y ya sabía qué era lo que quería. También su padre supo adivinarlo y le regaló un par de guantes de boxeo. Así se inició Humberto en la que fue y todavía hoy es su pasión deportiva.


Su objetivo era enfrentarse a los más grandes del barrio y como Alí, procuraba la mejor defensa durante un gran lapso hasta cansar a sus oponentes y por fin, con la ventaja de la condición, responderles.


Pero Humberto Aranda no tuvo una infancia cómoda: violencia intrafamiliar y escasez de recursos económicos fueron dos de las condiciones que sufrió desde niño. Cuando fueron desalojados de Cinco Esquinas por la construcción de una nueva carretera (la circunvalación norte, conocida como Paseo de la Segunda República), la familia se trasladó a Purral.


El pugilista en su Primera Comunión


En este nuevo barrio Aranda buscaba entre los basureros de la verdulería algún alimento todavía valioso. Rápidamente los más jóvenes del lugar lo apodaron "Desperdicios". Pero este no sería un nombre que Humberto aceptaría. Junto con su hermano Alexander de 9 años y su hermana Carmen de siete, pedía pan en las panaderías y hacían de las suyas con tal de sobrevivir.


Más tarde trabajaría para su papá (Pai cómo le decía de cariño) vendiendo "brillo" . Para ese entonces ya corría y entrenaba con Jorge "El Tigre" Manzanares, quien fue su entrenador hasta el día de su retiro y quien hoy descansa en paz y es recordado por todo el gremio boxístico.


Con 15 años de edad se levantaba a las 4 am para correr, y a las 6:30 am iniciaba su recorrido laboral vendiendo brillo. Cuando encontró la revista Ring Side en 1980, aprendió las mejores estrategias de los campeones mundiales de boxeo. El estilo de vida que adoptó no fue nunca impuesto, sino una decisión suya para ser un verdadero atleta y superarse.


A sus más de 20 años, el primogénito de los Aranda partió a Corea del Sur. Entonces Seúl vivía los Juegos Olímpicos de 1988 y Sylvia Poll también los celebraba gracias a su talento deportivo.


Aranda celebrando su triunfo en Seúl, 1988


Noveno entre 42 pugilistas, vencedor ante Samoa y vencido por Polonia. Durante sus combates mantuvo siempre la integridad y la técnica. Cuando los jueces decidieron mal en su última pelea relegándolo a la derrota, el pugilista aceptó. Sus principios lo hicieron merecedor del premio "Fair Play" por su juego limpio.


Más tarde, Aranda subió al peldaño del boxeo profesional, donde obtuvo el Título Nacional en tres categorías: Peso Welter, Mediano Junior y Mediano. Además, se convirtió en Campeón Centroamericano, Latinoamericano e Intercontinental en 2006 contra el alemán Marco Schulze. Y disputó el título mundial en 1999 en España ante Javier Castillejo. Su famoso corte en la ceja no lo dejó continuar la pelea, pero volvió a casa a seguir entrenando.


A sus peleas asistieron siempre festivos sus hijos Ryan, Jennifer, Dafnny y Wendy, quien supo seguirle los pasos y convertirse en una boxeadora olímpica tan técnica como su progenitor. Además de regalarle al primero y único de los nietos: Aron Rodríguez, también hijo del fuerte luchador y entrenador de artes marciales Mixtas Steven "Avenger" Rodríguez.


"Subirse al ring después de haberse preparado con toda la intención de hacer el mejor papel es lo más rico que hay. Aunque hay un poco de incertidumbre, una vez que suena la campana se olvida lo demás y se disfruta del día cumbre", señala Humberto Aranda.


Detrás de sus triunfos, no sólo estuvo su familia de sangre, sino también quien fue su esposa por  diecisiete años: Marcela López, madre de cuatro de sus hijos y gran amiga actualmente. También fue su público fiel en sus combates y se dejó oír con consejos gritados en media pelea.


Al lado de su primera esposa Marcela López el día de su matrimonio (22 de octubre de 1988)


Aunque Humberto supo serle fiel a sus guantes, falló en lealtad a Marcela. Tomada la decisión de separarse, vivían el nacimiento de Xavier, quien hoy se interesa, al igual que Wendy, por el boxeo y las artes marciales mixtas.


Pero la infidelidad no fue lo único, también se abandonó muchas veces al alcohol, un vicio hereditario y recurrente que no le permitió vivir plenamente algunas etapas de su vida. Hoy, Humberto es consciente de los estragos y en un segundo matrimonio ha sabido agradecer la otra oportunidad de la vida y ha caminado con su esposa Karla Brenes y con Robert, el menor de sus hijos desde hace más de 10 años.



Al lado de su actual esposa: Karla Brenes, a quien conoció celebrando los combates de su hija Wendy Aranda en Nicaragua.


Detrás de las medallas, Humberto deja verse como un hombre trabajador, vivaz, inquebrantable, amigo, amante de la naturaleza, aventurero y capaz. Se ha graduado como Técnico en Entrenamiento Deportivo Básico y Avanzado gracias al Comité Olímpico de Costa Rica y a la Universidad Nacional. Trabaja como salonero, entrenador personal y entrenador de boxeo en Masters Academy MMA.




Recientemente, ha sido posicionado como segundo entrenador de la Selección Nacional de Boxeo y su entusiasmo por volver a estas andanzas es grande.


Humberto rememora sus peleas, sobre todo una: a sus 18 años de edad se enfrentó a Franklin Soza, un famoso "pegador" de Costa Rica, como lo recuerda Aranda. Su contrincante le doblaba la edad y le golpeó varias veces la nariz. Todavía hoy recuerda la fuerza con la que Soza le arremetía en el cuadrilátero.


"Solo una vez me había sangrado tanto la nariz cuando un chiquillo me golpeó en la escuela", recuerda el pugilista. Sin embargo, a pesar de aquella dura lucha, salió vencedor de uno de los combates más difíciles de su carrera deportiva.


Hoy a sus 54 años, Humberto "El Maestro" Aranda camina, corre, entrena y, a pesar de que se retiró hace años del boxeo, sigue siendo el único boxeador costarricense en ganar una pelea en juegos olímpicos. Aunque, al igual que otros atletas, fue confinado a la historia oculta de los deportistas del país que no usan tacos ni meten goles.




Ver minidocumental producido y dirigido por Jesse Zeledón en:

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