Karina Tapia Navas: una judoca fuego
- Jennifer Aranda
- 14 feb 2021
- 6 Min. de lectura
Actualizado: 30 may 2022
Por Jennifer Aranda / biografiadeportivacr@gmail.com
Muy sonriente y alegre es la segunda hija de don Óscar y Nuyet, quienes la vieron nacer en la capital de Costa Rica un 17 de julio de 1989. La bautizaron Karina Tapia Navas y, aunque a sus 9 años de edad quería ser gimnasta como la Power Ranger rosada, su hiperactividad e inclinación constante al juego la llevaron a enamorarse del judo.
Más que una casualidad, el judo significaba un regalo de tradición familiar, que muchos de los Tapia habían desenvuelto y compartido. Su abuelo Óscar no solo le había heredado el nombre a uno de sus hijos, sino también las andanzas deportivas. Empezaron en la Academia Costarricense de Judo con el Sensei Orlando Madrigal y, desde entonces, se llevaron consigo el kimono puesto para siempre.
“Cualquiera que me haya conocido, hizo judo al menos una vez en la vida”, expresa convencida Karina, quien cuenta que sus dos hermanos menores también incursionaron en el judo en la Universidad de Costa Rica con el sensei Gabriel Guillén.
Con una beca deportiva en la Universidad de Costa Rica, empezó a estudiar Odontología, pero renunció cuando se dio cuenta de que su pasión era otra. Esto así, en el 2006 inició en Sabana con la Selección Costarricense de Judo. Pensaba que debía trabajar el doble que los demás, pero había ingresado con un objetivo: quería una medalla.

“Me hubiera gustado empezar a competir antes”, declara la judoca, y explica que entonces estaba dedicada a estudiar, y el deporte era solo una excusa necesaria para despejarse de su vida académica. No obstante, cuando le dio rienda suelta a su pasión, don Óscar supo guiarla y motivarla. Cuenta Karina que su papá colgaba mangueras de bomberos en las vigas del techo de la casa para entrenar.
“Yo quería hacer judo todo el día todos los días”
Para los X Juegos Deportivos Centroamericanos 2013, había mucho dinero invertido en recursos valiosos como becas y entrenamientos fuera del país. Pero, según Karina, esto no era lo realmente urgente; para ella lo óptimo era contar con entrenadores más capacitados.
Su experiencia con las autoridades deportivas no fue grata, siempre tenía la sensación de que no hacía lo suficiente, ni complacía a los entrenadores. En varias ocasiones se vio atribulada, sobre todo cuando enviaron a la selección femenina de judo a preparase en Cuba. Según cuenta la judoca, las condiciones fueron precarias, se contagió de cólera, no recibían alimentación adecuada, sufrieron robos y, finalmente, se sintió desolada.
“En momentos difíciles uno recuerda a quienes lo quieren y lo levantan”
Su experiencia con los entrenadores también significó un talón de Aquiles en su carrera deportiva. Lloraba antes de entrenar y verse con el entrenador, que se mostraba indiferente, tosco y grosero. El mismo no conocía a los atletas, ni reconocía las necesidades de estos para brindarles la ayuda oportuna.
“Un entrenador tiene que estar dentro tuyo, meterse en tu mente y te lleva a otro nivel a donde vos no sos capaz de llegar porque te da miedo”, explica efusiva Tapia. Sus principios se estaban viendo demasiado quebrantados, por eso, a pesar de su jovialidad, llegaba con una actitud negativa a los entrenamientos.
“Si me están pidiendo que vaya y traiga una medalla, entonces denme un entrenador que sepa judo”, manifiesta furiosa. Karina se quebranta, llora y manifiesta abiertamente tantas problemáticas que viven los deportistas del país. Opina que en Costa Rica el deporte de alto rendimiento es un pasatiempo, y señala como causa mayor de deserción la falta de motivación y no tanto el recurso económico.
“Me duele porque pensé que cinco años después eso había cambiado”, explica disgustada por dejarse vencer mentalmente y que los entrenadores la quebraran. Asimismo, como en su experiencia había una verticalidad de poderes, no era un trabajo conjunto.
Ley de vida de Karina Tapia: “Lo que los demás piensen de mí es solo una opinión, que no me define ni tiene por qué cambiar lo que yo siento”
Una de las experiencias más significativas de su carrera fue la vivida en los Juegos Centroamericanos y del Caribe, Mayagüez, Puerto Rico, 2010. El día de su combate también celebraba su cumpleaños.
“Uno siempre espera llegar y ganar medalla de oro, pero no sabía lo valioso que es ganar una de bronce”, afirma. Durante su participación, la acompañó de lejos el terapeuta físico italiano Paolo Quaglia, que residía en Jacó y tiempo antes había sido terapeuta físico de la selección de judo de Canadá.

Quaglia la entrenó en muchas ocasiones en San José y Jacó. Hasta que llegó el día de su combate. Karina cuenta que estaba muy nerviosa, pues un compañero falló y otra se lesionó. Pero en medio combate, a pesar de la algarabía, escuchaba a Paolo gritando con su español mal pronunciado.
“El mínimo triunfo que usted logre en la vida, vale la pena, hay que celebrarlo.”
En el 2015 abandonó por fin sus estudios en odontología y se matriculó en la Universidad Americana en Terapia Física, porque era algo que se relacionaba con lo que quería en el futuro: ser entrenadora de judo o preparadora de atletas. Explica que en este país no se puede vivir del deporte; se hace insostenible la vida de los atletas cuando termina su carrera deportiva.
“En este país hay que ser un prodigio para que de verdad le den chance”, asegura. En su opinión el sistema no se presta para que una persona que tiene un talento físico pueda vivir de él. Así que quería estudiar Terapia Física para vivir al terminar su carrera deportiva y entender más cómo se movía el cuerpo. Ahora sabe por qué un entrenador necesita conocimientos en anatomía, fisiología y biomecánica. Hoy Karina siente una responsabilidad de devolverle todo lo que ella sabe a su deporte.
Más tarde, Karina empieza una nueva etapa de entrenamiento con Fabián Calvo Campos del gimnasio Athletic Advance. El amor con el cual él la guiaba para mostrarle incluso cómo alimentarse, reflejaba también su experiencia entrenando a otros peleadores. En otra ocasión, fue el brasileño Amadeo, quien le enseñó cómo ciclo menstrual influía en su cuerpo y, por lo tanto, en su entrenamiento. Tapia nunca lo había pensado; para ella era información novedosa e importante.

“A nivel deportivo en este país, estamos apegados a lo añejo, a lo que se aprendió hace tantos años”, determina la judoca al tiempo que concluye que muchos de los entrenadores en el país no investigan, ni se actualizan.
Luego de su carrera deportiva, trabajó en el gimnasio FMCC CENTER, de su exentrenador Fabián Calvo del 2014 al 2020. Actualmente se desempeña como entrenadora personal un programa de entrenamiento físico online: Ormoni System, el cual inició en 2017. Cerca de 45 mujeres son preparadas por Tapia en judo e hipertrofia muscular, ambos basados en el ciclo menstrual, por lo que cada cuatro semanas los planeamientos son modificados.
“Desde que empecé a estudiar Terapia Física, sabía que no iba a ser terapeuta física”
“No me veo haciendo algo que no esté relacionado con judo”, sostiene Tapia, quien dentro de 10 años se visualiza con una academia de judo porque es testigo de todos sus beneficios: aumento de fuerza, agilidad y seguridad. Además de ser una excelente herramienta de defensa personal luego de años de entrenamiento.
Esta arte marcial japonesa consiste en desequilibrios pequeños y no en golpes o patadas. Karina explica en palabras sencillas la técnica del combatiente: “Si usted es tan fuerte, yo voy a ser tan inteligente que voy a utilizar su fuerza para que llegue al piso”. Esto con una única herramienta material: el kimono.
Pero la herencia familiar no solo incluía el deporte, sino también la religión. Su familia es miembro de la Iglesia de los Santos de los Últimos Días. Cuando renuncio al judo, también lo hizo en cuanto a la religión, concluyendo: “Yo sé que hay un Dios en esta Tierra, que hay una fuerza suprema, pero no es esa opresora que he escuchado durante tantos años.”

Karina en compañía de su hermana mayor Indira y su madre Nuyet
Hoy recuerda con mucha gratitud a quienes fueron parte de su historia como atleta: David Fernández, Fabián Calvo y Kenia Rodríguez. Agradece haberse encontrado con estas tres fuerzas motivadoras y ser parte de la tradición familiar ejerciendo el judo junto con sus hermanos Óscar y Noel, quienes también fueron un estímulo para la creación de ICHIBAN JUDO CLUB, la academia de su papá.
Cuando Karina cuenta su historia detrás de las medallas, lo hace con efusividad, dolor sentido y mucha esperanza de ser en algún momento un fuego que consuma lo que se debe y uno que purifique lo que se necesita. En sus combates, Tapia entraba al tatami con miedo, se le aflojaba el estómago, sudaba frío… Pero cuando escuchaba “Hajime” ya todo se le quitaba y se sentía fuerte, poderosa.

-Medalla de bronce, Juegos Centroamericanos y del Caribe Mayagüez, Puerto Rico, 2010
-Atleta destacada de judo en los XXXI Juegos Deportivos Nacionales Escazú, 2011
-Atleta destacada de judo en los XXXII Juegos Deportivos Nacionales Desamparados, 2012 (junto con su hermano Óscar)
-Medalla de oro, Juegos Centroamericanos San José, 2013.

Karina en compañía de su familia en un día de paseo familiar



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